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7.2. La comunidad indígena de Sarayaku como ejemplo de buen vivir
Sarayaku (Río de Maíz) (Sarayaku, 2010 y 2016); es una comunidad indígena kichwa amazónica integrada por siete localidades (Sarayaku Centro, Shiwa Cocha, Sarayakillo, CaliCali, Chontayacu, Maukallacta y Ushillo Urku) ubicadas en el curso medio del río Bobonaza, en la Provincia de Pastaza, en la Amazonía ecuatoriana. Dicha comunidad surgió en el siglo XVII, bajo el nombre de San Antonio de Sarayaku, como resultado de la mezcla de indígenas kichwas-quijos, kichwascanelos y jíbaros, junto con mestizos comerciantes de caucho, que llegaron posteriormente a este territorio. Desde 1979 Sarayaku está reconocido legalmente por el Gobierno de Ecuador como Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku (Tayjasaruta) y desde 1992 controla oficialmente un territorio de unas 135.000 Has., de las que un 95% son un bosque primario con una gran biodiversidad. En la actualidad la comunidad indígena de Sarayaku está conformada por unas 1.200 personas, los sarayakuruna o la gente de Sarayaku, casi todos indígenas kichwas amazónicos. 115 Pese a que dicha comunidad ha disfrutado de un cierto grado de aislamiento, ya que a ella sólo se puede acceder por vía fluvial y, recientemente, también por vía aérea, la misma no ha estado exenta de las influencias de la sociedad occidental. Es por ello que los sarayakuruna rechazan el desarrollo como aspiración comunitaria, en la medida en que consideran que las propuestas del desarrollo, basadas en la acumulación de la riqueza y la explotación de la naturaleza, no generan bienestar, sino todo lo contrario; es decir, generan lo que han venido a denominar llaki kawsay, que puede traducirse como mal vivir o maldesarrollo. En su lugar, proponen seguir viviendo bajo los mismos principios que sus antepasados, que son los principios del sumak kawsay, que puede traducirse como buen vivir o vida en plenitud (Viteri, 2003); dicho de otro modo, no aspiran a vivir cada vez mejor, sino simplemente a satisfacer sus necesidades. Ello supone asumir, con una lógica propia del biocentrismo, que cada individuo pertenece a una comunidad de personas, que es el Tayjasaruta, que a su vez forma parte de una comunidad más amplia de seres de la naturaleza, que es la Kawsak Sacha o la Selva Viva, lo que obliga a cada miembro de dicha comunidad a tratar de vivir en armonía consigo mismo, con la comunidad y con la naturaleza. La economía de Sarayaku se basa en las máximas de la autosuficiencia y la solidaridad; es decir, en obtener de la naturaleza aquello que se necesita para la subsistencia y en compartir los excedentes de producción con la comunidad (Hidalgo, Arias y Ávila, 2014). Por un lado, para satisfacer sus necesidades materiales en armonía con la naturaleza, la comunidad toma de ella sólo aquello que necesita, con una lógica de sostenibilidad, extrayendo exclusivamente los recursos necesarios para la subsistencia y basando dicha extracción en un sabio manejo del bosque y de las aguas que respeta los ciclos de reproducción y recuperación de la naturaleza. Para ello, los miembros de la comunidad, los sarayakuruna, deben desarrollar a lo largo de su vida una serie de cualidades 116 personales que les guían en su relación con la naturaleza, destacando entre ellas la fortaleza interior (sámai), la conducta equilibrada (sasi), la sabiduría (yachai), la capacidad de comprensión (ricsima), la visión de futuro (muskui), la perseverancia (ushai) y la compasión (llakina). A partir de aquí, sus sectores claves son la agricultura de rotación, la avicultura, la piscicultura, la recolección, la caza, la pesca, la minería a pequeña escala y la producción de utensilios y herramientas; todos ellos encaminados a garantizar la subsistencia comunitaria. Por otro lado, para satisfacer sus necesidades materiales en armonía con la comunidad, los sarayakuruna, en una lógica de equidad social, están obligados por una serie de principios éticos ancestrales, tales como la solidaridad o compasión (llakina), la ayuda (yanapana), la generosidad (kuna), la obligación de recibir (japina), la reciprocidad (kunakuna). Dichos principios éticos les llevan a compartir los resultados de sus actividades productivas, dando y recibiendo, con o sin reciprocidad, y a participar en trabajos colectivos, en beneficio de la comunidad (minga) o de otros miembros de la misma (ayni). El mercado juega aquí un papel complementario en la subsistencia de la comunidad, para lo cual los sarayakuruna han desarrollado otras actividades productivas dirigidas a la comercialización, como la realización y venta de artesanías, el ecoturismo y el transporte aéreo hasta y desde la localidad. Todo ello hace que la estrategia económica de Sarayaku pueda considerarse como parte del postcapitalismo. Por otro lado, para satisfacer las necesidades en armonía con ellos mismos, pese a existir en la localidad una escuela bilingüe kichwa-español, un centro de salud y hasta una escuela de futbol, tanto la educación integral de los niños y jóvenes en su propia cultura (yachachina) como la gestión integral de la salud la realiza toda la comunidad, con un destacado papel de los chamanes (yachaks), de los sabios (amautas) y de los ancianos en cuanto depositarios de los conocimientos ancestrales de la misma; los cuales tienen la 117 obligación de dar consejo (kamachi) que el resto de la comunidad tiene la obligación de escuchar (uyana). Además, fruto de los proyectos de cooperación internacional, la comunidad cuenta con página web, página de Facebook, cuenta de Twitter, canal de Youtube, con un sistema de comunicación por radio y con un centro comunitario de ordenadores equipado con paneles solares, lo que les permite mantener la comunicación con el resto del mundo. Aunque existe también una iglesia católica en la localidad, todas estas actividades vienen orientadas por la espiritualidad de dicha comunidad, concretada en un conjunto de creencias y mitos referidos a las tres esferas de la vida, la huerta (chacra), el agua (yaku) y la selva (sacha), y que contribuyen también a satisfacer necesidades inmateriales. Dichos mitos son los referidos a sus deidades: el ser superior de los espíritus de la naturaleza (Amazanga); el espíritu de la huerta (Nunguli); los espíritus de las aguas (Tsumi o Yaku Runa); y los espíritus de la selva (Kushillu Supai Runa). Dichos espíritus son considerados también como parte de la comunidad de la Selva Viva (Kawsak Sacha) y, por lo tanto, con los que los sarayakuruna han de estar también en armonía. La comunicación con dichos espíritus se realiza por medio de la interpretación de los sueños y de ceremonias dirigidas por los chamanes, lo que les lleva a adoptar una serie de comportamientos que en su accionar generan identidad, equidad y sostenibilidad. Además, recientemente, como consecuencia de la influencia de los indígenas kichwas andinos, los sarayakuruna han comenzado a considerar a la Pachamama, deidad andina, como una deidad propia. Respecto de las relaciones de género en Sarayaku, éstas se basan en el mantenimiento de los roles tradicionales de género de la comunidad. Según éstos, el hogar y la huerta (chacra), de donde se obtienen los alimentos básicos de la dieta familiar, incluida la yuka con la que se elabora la chicha (asua), son los espacios en los que se desenvuelven las mujeres, las cuales se ocupan de la crianza de los hijos pequeños y de la educación integral (yachachina) de sus hijas; 118 mientras que la selva (sacha) y los ríos (yaku), de donde se obtienen la carne y el pescado que complementan la dieta familiar y los materiales con los que se construyen infraestructuras y herramientas, son los espacios en los que se desenvuelven los hombres, los cuales se ocupan de la educación integral (yachachina) de sus hijos. Bajo esta concepción, ambos géneros son constructores de la armonía personal, social y ambiental; y pese a que se mantienen o recuperan los roles tradicionales de género, éstos son ahora gozan de un reconocimiento social, sin que ninguno de dichos roles sean considerado como más importante que el otro. Por lo que se refiere al funcionamiento político de la comunidad, en ella se practica lo que se conoce como democracia indígena, que tienen como elementos característicos: la rotación de los puestos de dirigencia política comunitaria, integrados en el consejo de gobierno del que participan hombres y mujeres; la participación de todos los miembros de la comunidad en las decisiones, por medio de la asamblea; y la toma de decisiones por consenso, de forma que se garantice que todos los miembros de la comunidad acepten y compartan las decisiones en las que han participado, ganando en unos aspectos y cediendo en otros. Así, el Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku (Tayjasaruta) está representado en su Asamblea (Tayjasaruta Llacta Katun Tantanakuy), dirigido por su Consejo de Gobierno (Tayjaruta Kurak Apukuna), conformado por dirigentes y kurakas y a cuyo frente se encuentran un Presidente o una Presidenta (Tayak Apu) y un Vicepresidente o una Vicepresidenta (Yanapak Apu). Además, por medio de la Organización de los Pueblos Indígenas de Pastaza (OPIP), Sarayaku forma parte del movimiento indígena ecuatoriano, andino y latinoamericano, habiendo llegado algunos de sus miembros a ocupar puestos de dirigencia en el Gobierno de Naciones Originarias de la Amazonía Ecuatoriana (GONOAE) y en la Confederación de Nacionalidades y Pueblos Indígenas del Ecuador (CONAIE), lo que pone de manifiesto su fuerte implicación con los movimientos sociales ecuatorianos. Y conviene no olvidar que el concepto de 119 sumak kawsay, convertido en buen vivir, se popularizó entre los movimientos sociales latinoamericanos a raíz de la divulgación que del mismo hicieron los sarayakuruna durante la década de los años noventa del siglo XX en el marco del movimiento indígena regional; divulgación que fue el primer paso para que posteriormente dicho concepto se incorporase en las constituciones de Ecuador y de Bolivia, en este caso como suma qamaña o vivir bien, y en el ámbito académico occidental influido por el postdesarrollo, hasta conformar una alternativa al desarrollo (Cubillo-Guevara e Hidalgo-Capitán, 2015c). Todos estos elementos ponen de manifiesto que Sarayaku es un buen ejemplo de la praxis del transdesarrollo, en su versión buen vivir, como paradigma transmoderno de bienestar.